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  30/01/2014

30Ene

Con suerte y alguna renuncia, en 2014 podría hablarse menos de «guerra de las patentes» y más de una naciente «paz de las patentes». Samsung y Google han anunciado un acuerdo de licencias cruzadas con vigencia de diez años. A priori podría decirse que nada más lógico, puesto que ambos son socios en muchas cosas, pero no es tan sencillo: los dos poseen entre sus activos un buen montón de patentes, pero no han sido capaces de apoyarse el uno al otro en la larga batalla que enfrenta a la compañía coreana con Apple, mientras Google fingía que con ella no iba la cosa. No se ha revelado – ni se revelará – qué patentes van a intercambiar, ni se entiende muy bien por qué necesitan comprometerse si nunca han tenido discrepancias.

El lunes, un ejecutivo de Samsung sugería que el acuerdo con Google podría servir de modelo para una entente de toda la industria en torno a la propiedad intelectual que protege la innovación en comunicaciones móviles. Sería deseable, desde luego: ¿quién osaría estar en contra (y decirlo) de una paz después de años de litigios en los tribunales de medio mundo? Pero antes de hablar de paz, habrá que saber qué piensa Apple, un litigante de los gordos.

Hoy por tí, mañana por mí, parece ser el principio inspirador del acuerdo. Mientras no se conozcan más detalles, los otros miembros de la escudería Android andarán mosqueados por lo que se ha cocido a sus espaldas. Pero, ¿acaso no firmó HTC un acuerdo por separado con Apple cuando se sintió en peligro y no recibió apoyo de Google?

Samsung y Nokia renovaron hace poco su acuerdo mutuo. Y la coreana acaba de capitular ante Ericsson, buscando la tranquilidad de compartir patentes relacionadas con LTE. Parece esbozarse un cambio de talante, que podría estar vinculado a la retahila de choques judiciales con Apple, casi todos perdidos. A finales de marzo está marcada la revisión de una sentencia desfavorable a Samsung.

En una visión suspicaz, el acuerdo decenal con Google no sería más que una maniobra, un ejercicio gratuito de relaciones públicas. Quienes ven las cosas con generosidad, piensan que realmente Samsung se ha cansado de guerrear y está tratando de diluir su conflicto con Apple bajo la apariencia de un armisticio colectivo.

Lo evidente es que todas guerras, y esta también, son muy caras – no te digo las minutas de los abogados – y no está demostrado que afianzar la titularidad de una patente tenga la recompensa económica que se supone. Este barrio del mercado se ha convertido en un paraíso para compañías oportunistas – llamadas trolls – que acumulan bloques de patentes sin la intención de producir otra cosa que una o muchas demandas. El caso más notorio es Intellectual Ventures, fundada en el 2000 por Nathan Myhrvold, antiguo CTO de Microsoft [una historia que me gustaría contar otro día], que persigue en los tribunales a Motorola desde el mismo mes en que fue comprada por Google.

No he perdido el hilo. La industria de las comunicaciones móviles ha llegado a un punto tal de madurez que la mejor manera que tiene la industria de protegerse es mediante acuerdos cruzados, que liberen el intercambio de patentes y faciliten la defensa mutua frente a los trolls. Durante años, la «guerra de patentes» fue un subproducto instrumental de la guerra entre plataformas. Hoy, muchos indicios apuntan a la coexistencia pacífica entre estas, por lo que es inevitable preguntarse si no ha sonado por fin la hora de un armisticio general. Soy un ingenuo, o tiempo al tiempo.


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